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La playa

Las luces de la farolas del paseo marítimo permanecían encendidas mientras el sol ya daba los primeros rayos y aventuraba el amanecer. Los pies aún estaban mojados y llenos de arena, siendo la prueba de que hasta hacía pocos minutos nuestros cuerpos estaban bañándose en la playa mientras la luna y el mar eran los únicos testigos de nuestros besos y caricias bajo el agua. Y es que hacer el amor no es solo sexo. Se puede hacer el amor con la mirada, con los besos, se puede hacer el amor con las manos, con las palabras...se puede dar tanto amor con gestos tan pequeños... ¡Ay los ilusos que hablan del amor! ¡Ay los locos enamorados que cuentan historias de pasión y romances que imaginan en su cabeza! Y yo pienso que pobres aquellos que no son capaces de enamorarse, no solo de las personas, de todo aquello maravilloso que nos rodea, de la vida. Porque ¿si no sientes?¿si no tienes un ápice de emoción? ¿qué es aquello que mueve tu mundo? Los sentimientos. Que fáciles nos parecen y que
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Serendipia

Me asomo a la ventana y está nublado, echo de menos ese sol que ilumina el salón de mi casa por las mañanas mientras estudio y hace las horas de trabajo mucho más cálidas. No hay nada nuevo, la rutina se apodera de cada día de mi vida haciéndola cómoda y sencilla. Y piensas que todo va a seguir así, que ahora mismo te gusta esa estabilidad, y que pocas cosas pueden ya sorprenderte, que equivocación, el destino siempre ha sido traicionero y aparece cuando menos te lo esperas a demostrarte que él es quien manda en esta aventura que vivimos.  De repente, así, de casualidad aparece un mensaje en la pantalla de mi móvil, y ya desde el primer momento comienzo a sonreír... Una conversación, otra...y a mi solo me bastaron venticuatro horas para ilusionarme, joder yo ya no me ilusionaba, yo tenía la coraza y me había convertido en una persona fría ¿qué estaba pasando para qué un "buenos días" me colocara la sonrisa en la cara e hiciera que cerrara los ojos y diera saltitos de

Me quedo...

Es hora de hacer balance, sí, quedan diez días para acabar el año, diez días que espero que sean tan intensos como los otros 356 restantes, con todo lo bueno y lo malo, con todo lo que he aprendido este año. Me quedo con un viaje a Madrid que me volvió a dar el oxígeno que necesitaba en el momento adecuado, con dos miradas que me han dicho más que muchas palabras, con los besos que he dado, que han sido muchos, pero de los cuales solo guardo cinco. Me quedo con las noches en vela riendo y planeando la mejor de nuestras vidas junto a una copa de vino blanco. Con las decepciones, porque me han ayudado a quererme más, a aprender a levantarme después de la caída. Me quedo con el final de la etapa más importante de mi vida. Me quedo con las lágrimas de felicidad de un 9 de Mayo. Con dos conciertos tocados, con tres escuchados. Me quedo con la sensación de empezar a vivir sola. Me quedo con la noche que él entró en la habitación y con la sensación de volver a disfrutar después de mucho

Casualidades.

Y que vuelvas a colarte ea hurtadillas en mi habitación, que te metas en la cama y sin preguntar me beses, que lleves tú el mando, que me agarres del pelo, posesivo, y expongas mi cuello a tu boca, que me muerdas mientras metes la mano dentro de mi pantalón y haces que me olvide del mundo, que me desnudes.  Que cuando me embistas me sacuda un escalofrío provocado por el gusto, que tenga que controlarme porque no sé cuanto tiempo voy a ser capaz de aguantar, que me susurres a oído y en ese momento me deje llevar y pierda la noción del tiempo por el placer.  Que me beses y te marches, porque las casualidades son eso, casualidades.

Qué tendrá Nina Simone?

Sonaba Nina Simone, para variar, I Put a Spell on you, canción erótica donde las haya. Llevábamos demasiado rato en la cama tumbados, dedicando demasiado tiempo a los preliminares, juro que no quería dejar ningún de su cuerpo sin explorar, sin saborear o sin tocar. Quería catapultarlo de placer, llevarle al jodido nirvana, y esperaba lo mismo, estar durante varios días con agujetas para recordar que él había estado dentro de mí. Se subió encima de mí, dijo que ya no podía más, que iba a explotar, juro que yo también, necesitaba sentirle dentro, quedarme sin respiración, aún tenía el recuerdo de la última vez en las marcas de la piel... Me cogió del pelo y echó mi cabeza hacia atrás, exponiendo mi cuello a su boca, me mordió y me embistió, fuerte, salvaje, sin darme tregua, dejándome sin respiración, con los gemidos contenidos en la garganta, sin poder ni siquiera sacarlos de ella porque eran demasiado intensos... Me poseyó, mucho, sin contemplaciones, justo como necesitaba...

Puntos suspensivos....

El otro día estaba ojeando una libreta y me encontré con un texto que escribí hace tiempo, se lo enseñé a un amigo y le gustó, y hoy he pensado en trasladarlo aquí. Es algo pasado, no demasiado, pero hay muchas cosas que han cambiado en poco tiempo en mi vida. Recuerdo escribirlo tumbada en la cama mientras sonaba Puntos Suspensivos de Vetusta Morla. Lo escribí pensando en una persona por la que en ese momento sentía cosas.  Aunque me da un poco de vergüenza escribir historias que me han pasado, o acerca de mis propios sentimientos, creo que es buen momento para hacerlo. Perdonarme si me puse demasiado ñoña y empalagosa, pero como he dicho, en ese momento mi cabeza era un cúmulo de sensaciones intensas. Y permitidme decir que en esta entrada saco mucho más de mí que en el resto, que me expongo un poco más y doy a conocer un trocito más de mí.  ¿Cuándo pasó? Eso es lo que me pregunto ahora mismo, tumbada en la cama, sintiendo el contacto de las frías sábanas en mi piel, siendo

Reencuentros....

Los reencuentros son siempre complicados, porque has dejado demasiadas frases en la despedida previa, los abrazos y las sonrisas que se quedaron la última vez. Cuando volvéis a encontraros piensas si todo eso seguirá ahí, si las luces seguirán encendidas y la calidez con la que te despediste estará latente. Y en esas estaba, esperando el reencuentro, sentada en mi sofá blanco, con una camisa verde militar, unos vaqueros y subida a unos stilettos negros que me habían costado un ojo de la cara, pero merecería la pena, o eso llevaba pensando desde que habíamos planeado la cena en mi casa hacía dos días. Yo haría la cena, de primero ensalada de manzana, espinacas y queso de cabra,  seguido de tostas de salmón ahumado con mermelada de tomate. El traería el vino, el postre esperaba que fuésemos nosotros, aunque, por si acaso, dejé unos  coulant  de chocolate preparados para calentar. Sí, me había tirado toda la tarde en la cocina, así que esperaba que mereciera la pena. Sonó el tim