Sonaba Nina Simone, para variar, I Put a Spell on you, canción erótica donde las haya. Llevábamos demasiado rato en la cama tumbados, dedicando demasiado tiempo a los preliminares, juro que no quería dejar ningún de su cuerpo sin explorar, sin saborear o sin tocar. Quería catapultarlo de placer, llevarle al jodido nirvana, y esperaba lo mismo, estar durante varios días con agujetas para recordar que él había estado dentro de mí.
Se subió encima de mí, dijo que ya no podía más, que iba a explotar, juro que yo también, necesitaba sentirle dentro, quedarme sin respiración, aún tenía el recuerdo de la última vez en las marcas de la piel... Me cogió del pelo y echó mi cabeza hacia atrás, exponiendo mi cuello a su boca, me mordió y me embistió, fuerte, salvaje, sin darme tregua, dejándome sin respiración, con los gemidos contenidos en la garganta, sin poder ni siquiera sacarlos de ella porque eran demasiado intensos...
Me poseyó, mucho, sin contemplaciones, justo como necesitaba...las caricias, los besos, los mordiscos, el sonido de nuestros gemidos junto con la música llenaban la habitación, y de repente...ahí estaba, ese momento en el que alcanzas el cielo con los dedos, ese grito ahogado que proviene de todo tu cuerpo, un orgasmo devastador que arrasa con todo lo que hay a tu alrededor.
Me desperté a la mañana siguiente, dolorida, satisfecha, con marcas en la piel, y por supuesto....con ganas de más.
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