Salí de la ducha con la toalla puesta y me asomé a la ventana, estaba lloviendo y en el equipo de música sonaba I put a spell on you de Nina Simone. Me toqué los labios, aún me dolían de la noche anterior, cuando él estuvo besándome durante horas...me gustaba recordar su sabor, era el recuerdo de que había estado ahí.
Seguí delante de la ventana unos minutos más, me gusta ver llover, me relaja y me hace olvidar todo lo que existe a mi alrededor. Y entonces lo sentí....no me había tocado, pero allí estaba su olor, como una droga que yo quería tomar horas y horas. Lo vi en el reflejo de la ventana, su esculpido torso desnudo, el pantalón del pijama cayendo en sus caderas y sus oblicuos perfectamente marcados, ¿qué tendrán los oblicuos que nos gustan tanto? Sentí que sus ojos verdes, bajo esas pestañas tremendamente largas me estaban devorando, y cerré los ojos cuando me despojó de la toalla para dejarme desnuda, mi cuerpo no sabía si iba a ser capaz de aguantar otro asalto como el de la noche anterior, pero me contradecía a mi misma pues sentí el primer escalofrío cuando pasó su lengua por mi espalda y me estremecí entera, anhelando que fuese a más.
Sentí su erección matutina al final de mi espalda, y aquello me estaba volviendo loca, eso y que él había dejado mis caderas para llevar sus manos a mis pechos mientras posaba su lengua en mi cuello. Mi alterada respiración y Nina Simone eran la banda sonora de mi habitación. Subí los brazos y me agarré a su cuello mientras él seguía mordiéndome la clavícula.
Esa tortura no duró más de un par de minutos, me dio la vuelto me besó, el sabor de la pasta de dientes y su lengua inundaban mi boca, con ansia, como si nunca más fuese a besarme. Siempre lo hacía así, me agarraba del pelo y me mordía, había veces que me gustaba su brutalidad, y otras veces era dulce y también me encantaba.
Bajé las manos hasta su erección, la cual me esperaba ansiosa y yo a ella, no podía más, estaba deseando saborearlo, mirarle a la cara mientras le chupaba y que se dejara ir. Y lo hice, empecé a chuparle como si se acabase el mundo, y ver su cara y sus suspiros de placer hacía que me volviese más loca aún.
Me levantó del suelo, me cogió por las caderas y me penetró, sin más, contra la pared de la habitación, no necesitaba más preliminares pues todo lo anterior ya me había puesto a tono. Me agarré a su cuello, estaba siendo tan fuerte que necesitaba ese punto de apoyo.
No sé cuantas embestidas fueron, pero no dijimos nada, simplemente nos mordíamos el uno al otro, sabía que me había dejado marca en la clavícula, pues le gustaba morderme mientras me poseía.
Le miré y tenía sus ojos verdes bien abiertos y sabía que estaba a punto de correrse, igual que yo, y de repente llegó, con la última embestida nos dejamos ir a la vez, gimiendo, gritando, besándonos.....
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